El primer De Palma

Hace semanas decidir hacer en mi casa un ciclo sobre Brian De Palma. Empecé por sus primeras películas. Greetings es su ópera prima, una película de 1968 que parece una especie de contenedor de todo lo que bullía en aquellos años trascendentales: el swinging London y la sombra de Blow Up, la guerra de Vietnam, la levedad de aquella izquierda contestataria… Da la sensación de estar viendo un ambicioso proyecto de fin de carrera hecho por alguien que alberga muchas ideas en su cabeza y que no quiere descartar nada, que intenta darle forma a todo. Greetings es una acumulación atropellada de escenas, de las cuales destacaría varias: por ejemplo, esos ensayos de los jóvenes para evitar ir a la guerra, en los que parecen estar realizando pruebas de cámara para el propio De Palma. También está la escena del joven Robert De Niro, ese chaval de ideales un tanto difusos, leyendo un libro delante de cámara… y que tanto ha hecho que se escriba sobre Godard al hablar de esta película. El homenaje a La Chinoise es evidente, aunque estas dos capturas de las películas ya ofrecen sugerentes matices que las separan: las equiparaciones se suelen hacer siempre con trazos gruesos.

 

 

Lo que más me llama la atención son los últimos minutos. El personaje de De Niro, Joe Rubin, acaba en Vietnam y, desde la selva del sudeste asiático, participa de una paródica retransmisión en directo que emite la televisión norteamericana. Me resultó inevitable pensar que Joe Rubin era Travis Bickle diez años más joven: un chaval inquieto, rebosante de energía, con ganas de trabajar de cineasta y que se encuentra de bruces en una guerra absurda a miles de kilómetros de casa. Diez años después, este joven estaría de vuelta en Nueva York, conduciendo un taxi nocturno mientras planear asesinar a un candidato político ante la imposibilidad de reordenar su vida. Son dos películas que, vistas en continuidad, ilustran cómo llegó a mutar el estado de ánimo de una generación marcada por el conflicto vietnamita.

AM